domingo, 8 de febrero de 2015

Capítulo 36

Cuando tenía quince años, un día que estaba en el colegio, sentí una fuerte puntada en la cabeza, no me preocupé, ya que estaba estudiando bastante por los parciales que venían, así que lo tomé como una consecuencia de ello.
Unos días después, me pasó lo mismo, pero también lo dejé pasar.
Así estuve por dos semanas, con puntadas cada vez más fuerte.
Hasta que no pude evitarlo más, ya que sentí algunas frente a mis padres.

Me hicieron estudios en cantidad, a decir verdad, sentí miedo. No quería enterarme de nada malo, solo esperaba que fuese algo insignificante.

Y al final, lo que tenía era la enfermedad que en el día de hoy no me deja dormir.
Lo que me dijeron era que es algo hereditario, y por lo que supe, mi abuela matera sufrió dicha enfermedad.

Estuve encerrado por días, sin hablar con nadie, y si tenía que hacerlo, lo hacía de mal modo. Me sentía impotente, dejando mi vida en manos del destino, sin nada que poder hacer, hasta que pude comprender que nadie tenía la culpa, y que mi familia estaba igual de mal que yo.
Estuve tomando medicamentos por varios meses, muchas veces no podía tomar alcohol por ese tema.
Un día decidí dejar de tomarlos, sabía que aun así, el momento en que pierda la vista iba a llegar.

Cuando mis padres y hermanas fallecieron, sentí que ya nada importaba, nada tenía sentido para mí. La vida se había llevado a las personas que mas amaba en el mundo. Sentí que me estaba castigando, dios sabe por qué cosa.
Me enojé, me enojé con ellos por dejarme solo –ilógico, lo sé–, con Dios por sacarme lo más preciado de mi vida.
No quería saber nada con nadie, todo me recordaba a ellos, y no podía estar viviendo donde lo estaba haciendo, es por eso que decidí venirme a Buenos Aires. Y fue acá, cuando sentí que todo cambió. Conocer a Paula fue el mejor regalo de Dios, pienso que así fue.
Ella me devolvió las ganas de vivir, de hacerle frente a la vida, de seguir adelante. Me hace ser mejor persona. A veces pienso que no la merezco, que necesita a alguien mejor, por eso cuando comencé nuevamente con mi enfermedad quise mantenerla alejada, pero me di cuenta que soy egoísta, no puedo estar sin ella.

Hoy comenzaba el tratamiento, y siendo sincero, tenía miedo, miedo al porvenir.

–Todo va a salir bien, lindo–dice Pau besando mi cuello. Estamos en el auto, frente al colegio.
–Ojalá así sea.
–Vas a ver que sí. Tranqui–vuelve a dejar un beso en mi cuello.
–Tus besos me relajan.
–Ahora ambos tenemos cosas que hacer, pero acordate que cuando salgo del colegio voy a tu casa, y ahí te relajo mucho.
–Sos lo más, mi amor–digo y ella sonríe– gracias por estar siempre.
–Siempre, siempre para vos–dice besando mis labios – no lo dudes. Como vos siempre estás cuando yo te necesito.
–Soy tan feliz teniéndote a mi lado.
–Yo también. Muy. Nos vemos en un par de horas, ¿Si?–afirmo con la cabeza– te amo.
–Y yo a vos, hermosa–digo a la vez que me acerco para dejar un beso chiquito en sus labios. 

Al llegar a la clínica, no tardaron mas de cinco minutos en hacerme pasar.
–Buenos días –saludo y estrecho la mano con el doctor.
–Hola, siéntese, por favor –dice señalando una silla y me siento allí.
–Estuve leyendo tu historial, y tenemos que agradecer que la enfermedad no está muy avanzada, por lo cual, haremos 10 sesiones, una vez por semana cada una, ya que los tratamientos te van a producir gran dolor de cabeza, y puede que algún que otro mareo diario. Terminadas las sesiones, te realizaremos la operación.
–¿Es seguro que van a evitar que...–suspiro– que quede sin vista?
–Nada es seguro, y usted lo debe saber. Pero haremos todo lo posible para que lo sea. Ahora comenzaremos con un ejercicio, ¿Si?–asisto.
El Dr. Martínez me lleva hasta otro consultorio en el que hay más de cinco aparatos. Suspiro y siento un poco de temor, pero luego me acuerdo de Paula y de sus palabras y todo pasa.

Cuando salgo, siento que mi cabeza va a estallar. Voy mirando hacia abajo cuando mi cuerpo choca con alguien. Al levantar la vista, me encuentro con
los ojos de Martina.
–Hey, hola–la saludo y veo que a su lado se encuentra una señora.
–Hola–dice suavemente y noto su voz quebrada.
–¿Todo bien?
Ella hace una mueca y mira para abajo.
–¿Tenes ganas de que charlemos? Podemos ir a desayunar.
Pau me había contado el indecente que había tenido con ella, así que tal vez si habláramos, podría saber si tiene algo conmigo–negativo–.
–Bueno–dice y se da vuelta hacia la señora– él era mi profesor de matemáticas. Pedro.
–Un gusto, soy la madre de ella, Eleonora.
–El gusto es mío.
–¿Despues como te volves?–le pregunta ella a su hija– yo tengo que ir a trabajar, y no quiero que andes sola–dice y me pregunto cuál será el motivo de esa petición.
–Disculpe que me meta, pero yo puedo llevarla –noto cierta duda en sus ojos– no tengo nada mas para hacer después.
–¿Seguro que no es molestia?
–Para nada, enserio.
–Bueno, muchísimas gracias.

–Me contó Pau que están peleadas–digo a la vez que la camarera trae nuestro pedidos. Un té para cada uno, con cuatro medialunas para compartir.
–Sí, hace algunos días que lo estamos...
–Yo no quiero ser el causante de eso, si es por pasar tiempo... –me interrumpe.
–Tengo cáncer–dice. Mis ojos se abren y siento un frio correr por mi cuerpo– me voy a Estados Unidos–vuelve a dejarme helado.
–Lo siento mucho, ¿Es muy avanzado? –pregunto a la vez que acaricio su mano.
–Muy, por eso mismo me voy, allá hay médicos y tecnología más avanzada.
–¿Ninguno de tus amigos lo saben? –ella niega–¿Cuándo se lo vas a decir?
–No lo sé, por ahora no.
–Tienen que saberlo.
–Prefiero que no, te pido por favor que no le digas nada a Paula.
–No puedo hacer eso, merecen saberlo, estar con vos.
–No–siento su voz quebrarse– tengo tanto miedo.
–No, no, vas a estar bien, de verdad. Tenes que llenarte de amor ahora.
–No me siento preparada para decírselos, sé que inevitablemente van a sufrir y no quiero.
–Van a sufrir porque te aman, quieren lo mejor para vos, siempre.
–¿Y si no puedo contra esto? –dice con sus ojos llenos de lagrimas y noto el miedo en su mirada.
–Sos fuerte, vas a poder–niega reiteradas veces.
–Nunca tuve tanto miedo en mi vida, siento que todo se me vino encima, y fue por esa razón que me enojé con Pau, y tal vez si me alejo de todos... –la interrumpo.
–No. Ni lo pienses, van a sufrir de igual manera, pero van a estar todos juntos, apoyándose.

–Necesito que respetes mi decisión, por lo menos por ahora, por favor–me mira con ojos suplicantes y por un momento pienso en no contar nada, pero después pienso en Pau, no puedo ocultarle algo así.


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Perdón por tardar en subir. No está corregido el capitulo, así que puede que haya alguna falta. Espero sus comentarios. 

5 comentarios:

  1. Uy pobre Martina!!! Que tristeza!!! pero buenisimo el cápitulo!!!!

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  2. ayayy! que triste el final! ojala martina hable con pau!

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  3. uhh pobresita,me la pasas por fa rociibell23

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  4. aaahiii pobre martina.. buen capitulo

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  5. ah me mato lo de martina, y ahora pedro tiene que cargar con eso se va a sentir culpable porque pau esta con el y no con la amiga(va eso pieso yo jajaja ) besos espero el siguiente

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