sábado, 14 de febrero de 2015

Capítulo 39

Sentía voces a mí alrededor, pero me negaba a abrir los ojos, tenía mucho frío. Acomode mejor las mantas sobre mi cuerpo e intenté seguir durmiendo, pero no pude.
–Pau, despertate–siento la voz de mi madre–estas volando de fiebre.
Abro los ojos pero al instante los cierro por la luz, vuelvo a abrirlo hasta acostumbrarme a la luz y nuevamente el frío se apodera de mi cuerpo.
–Tengo mucho frío–digo suavemente y descubro que me duele bastante la garganta.
–Lo sabemos, es mejor que te des un baño–escucho la voz de mi padre– así después te acostas y tomas algo.
Él tenía razón. Haciendo un gran esfuerzo, retiré las mantas y me paré. Mis piernas flaquearon y mi madre tuvo que sostenerme.
–Yo la acompaño, vos prepara paños fríos–le dice mi madre a mi padre.
–Bueno. Cualquier cosa avísame–besa mi frente.

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Ya estoy nuevamente acostada y tapada. Mi papá coloca paños en mi frente mientras que mi mamá estaba preparándome un té. Miré por la ventana y el sol ya estaba.
–¿Qué hora es?–pregunto suave.
–mira el reloj de su muñeca– van a ser las diez am.
– ¿No van a ir a trabajar?
–Si te sentís mejor después del mediodía si.
Me limite a asentir y cerré los ojos. Me dolía el cuerpo.
–Hija–abro los ojos y mi mamá está allí – acá tenes un té, tómalo y después te dormís un rato si queres.
Coloca la bandeja sobre mi falda y yo agarro la taza de té. Suspiro de placer cuando mis manos hacen contacto con la caliente porcelana.
Poco a poco voy bebiendo la infusión, y para cuando la termino mis ojos pesan.
–¿Queres que nos quedemos acá?
–No–digo mientras mi mamá retira la bandeja con la taza vacía– no es necesario, voy a estar mejor.
–¿Segura? –pregunta ella dudosa.
–Si, de verdad. Vayan y trabajen tranquilos.
–No vamos a estarlo si sabemos que te sentís mal–mi padre.
–Es solo un poco de fiebre y dolor corporal, nada que un par de horas no lo soluciono, prometo llamarlos si me siento peor.
–Creemos en vos, eh–mi papá besa mi mejilla tiernamente–igual todavía faltan un par de horas para que nos vayamos.
–Bueno, igualmente yo voy a dormir ahora.
–Descansa–besa mi frente.
–Te queremos.
Les dedico una sonrisa, me acomodo bajo mis mantas y me dejo llevar por el sueño.

"Mi pequeña" la voz de Pedro resuena en mi cabeza, pero estoy demasiado cansada como para saber si es o no realidad.
"¿Por qué me cuesta tanto estar separado de vos?" vuelvo a escuchar junto con unas suaves caricias en mi cabello.
Me obligo a abrir los ojos, y cuando lo hago el rostro de él aparece en mi campo de visión. Era real, él estaba acá, conmigo.
–Pequeña, mi pequeña–repite en mi oído.
–Pedro–susurro–¿Qué haces acá?–me acomodo en la cama.
–Tu madre me dejó pasar, pero eso no importa, lo que verdaderamente importa es tu salud, ¿Cómo te sentís?
–Bien, mejor–me aclaro la garganta– la cabeza me sigue doliendo, un poco, pero ya no siento tanto frio.
–Mejor entonces, ¿Tenes hambre?
–Sí. Mucha.
–Te voy a preparar algo para almorzar entonces.
–¿Qué hora es?
–Van a ser la una pm. Te preparo algo y vuelvo–deja un beso en mi frente y otro en mi mejilla.
Se va y yo largo un suspiro, acompañado de una sonrisa. Me hacia bien tenerlo conmigo, a pesar de lo que pasó ayer, saber que le importaba me hace sentir mejor.
–¿Muchas cosas en las que pensar? –pregunta y me saca de mis pensamientos. Él estaba con su cuerpo recargado sobre el marco de la puerta.
–Así es.
–Nos debemos una charla–se acerca y sienta en la cama.
–Sí.
–Pero es mejor después.
–Sí. ¿Qué estas cocinando?
–Pollo hervido con verduras que encontré en la heladera.
–cierro los ojos por un momento– que rico.
–Espero que me salga rico y te guste.
–Seguro si.
Él me mira y sin decir nada me abraza, yo me acurruco en sus brazos, sin importarme nada más.
–¿Me queres?–le pregunto en un susurro.
–Pau... Sabes la respuesta.
–Necesito escucharla.
–me mira– más que a nada en el mundo.
–¿Por qué nos lastimamos entonces?
–No lo sé, pero no te das una idea lo que me duele pelear con vos.
–A mi también, mucho.
–¿Podemos hacer como si nada pasó? –lo miro– solo por este rato, por favor–me suplica.
¿Cómo decirle que no cuando me mira de la forma en que lo hace? Con sus ojos llenos de suplica, temor y hasta dolor.
–Soy consciente que ambos tenemos que disculparnos–afirmo con la cabeza– pero dejemos la charla para después–me dice y lentamente acerco nuestros rostros.
–Dejame decirte que me hace muy bien que estés acá, conmigo. Siempre te necesito.
–Y yo a vos, te volviste una necesidad constante en mi vida.
–Te amo–susurro y poso mis labios sobre los suyos.
–Yo a vos, yo te amo a vos, pequeña–dice para después besarme.

Y en este momento, nada me importa más que él, que nosotros.

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Espero que les guste el capítulo y sus comentarios -en el anterior solo recibí dos en el blog, así no-. 

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